jueves, 10 de septiembre de 2015

La vuelta... un sentimiento encontrado.

Después de trabajar todo el día, con los ojos chiquitos del cansancio, con la mente marchita, la paciencia agotada, emprendemos el regreso a casa. Decime si no, pero calculo que mucha gente en el momento de atravesar la puerta piensa.... por qué no podemos teletransportarnos y llegar en solo minutos a destino?.. y ahí nomas, arranca “la vuelta”, ese momento tan deseado por un lado y tan agotador por otro, un sentimiento encontrado.

Caminamos a paso rápido hacia a nuestro medio de transporte, pensando en la caminata, un… ojalá no haya pasado aún, y por qué no pensar también, ojalá esté en la otra esquina!!!. Pero lamentablemente son cosas poco probables, no sé por qué, todavía no encontré una explicación lógica, pero cada vez que llegas a la esquina, ves como pasa ese colectivo que te tenías que tomar, y en el peor de los casos, ves como pasan 5 colectivos uno tras otro… eso implica una espera de por lo menos 20 minutos. La paciencia ya la teníamos agotada, con lo cual, lidiar con la fila de espera se hace aun mas complicado que en la historia que les conté anteriormente, pero bueno, hay que tratar de respirar profundo, y encontrar esas ganas de volver rápido para que el momento sea lo más ameno posible.

En mi caso subo a un colectivo, que generalmente por ser hora pico, el mismo viene completo y con bastante gente parada. Todos frenando y acelerando al ritmo que le pone el conductor. Los más tranquilos nos llevan por las calles de Buenos Aires casi como un lindo paseo turístico, los más ansiosos o con el humor complicado, nos llevan frenando y acelerando, haciendo equilibrio en los pasillos, y con suerte agarrados con fuerza.
Los que tenemos un segundo medio de transporte, miramos el reloj a cada minuto, para calcular cuan rápido o relajado podemos abordar el siguiente. En mi caso, como muchos ya saben, mi transporte es el tren. Por suerte el tren tiene horarios que cumplen a rajatabla salvo casos excepcionales en los que sucede algún accidente, paro, manifestación, problemas técnicos, vías inundadas, avalanchas de tierra sobre las vías, etc. Con lo cual, ya aproximándome a mi primer destino, miro seguido el reloj para calcular el tiempo que me queda para abordar el siguiente tren. Y ahí empiezan los cálculos mentales y planteo de situaciones posibles:

  • En el mejor de los casos, bajo del colectivo, y justo el semáforo se pone en verde para los peatones, todos salimos corriendo como ganado escapando del matadero, hacia la estación, con suerte la puerta está abierta y gracias a Dios pudiste sacar boleto de ida y vuelta a la mañana, con lo cual pasas rapidísimo por los molinetes, esquivas toda la gente, y llegas a tu vagón para viajar, que si por suerte no está lleno hasta logras sentarte.

  • En el peor de los casos, bajas del colectivo y el semáforo justo se pone rojo para los peatones, con lo cual debes esperar, pero como este es el peor de los casos, los colectivos quedan todos atravesados y tenes que andar esquivándolos por detrás y por delante rogando que ninguno arranque y te lleve a pasear pegado en el parabrisas. Una vez que lograste cruzar la ancha avenida, vas corriendo a la estación del tren…. Perooooo ahí está, justo…. Pasando el tren de carga… que pasa lento lento, tan lento que parece una eternidad, y como recordaras que es la peor de las situaciones, viene con 35 vagones llenos….pasó… corres a la estación, y cuando estas por pasar recordas que no sacaste boleto! Así que te pones en la fila, peleas con algún colado y vas relojeando la puerta a ver si la cierran o no…. Por suerte sigue abierta…. Corres a la puerta y justo cuando estás por pasar, suena la chicharra y los guardas cierran la puerta frente a tus narices….. y ahí ves, como se va tu tren, con ojos cansados.



En fin, los que viajan mucho todos los días sabrán de lo que hablo y los que tienen la suerte de no tener que viajar tanto tiempo,  podrán ahora entender a sus allegados cuando vuelven cansados de trabajar. 

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